La prueba del discipulo N°3 "El Rendirse"

Lucas 14:31-33 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Rendirse a Dios significa entender que no tenemos ninguna posibilidad de hacerle frente.
Cuando Pablo camino a Damasco recibió aquella visión en que Jesús se le presentó, no tuvo alternativa. Le siguió.
Cuando sus discipulos escucharon aquella voz de su llamado, no pudieron resistirse. Le siguieron.
Cuando Jeremías aún siendo un niño obedeció aquel llamado, no pudo dejar de llevar el mensaje de Dios.
Jonás aún en lo profundo de la mar , se rindió.

Cuando nos encontramos frente a Cristo no nos queda más que rendirnos a él.
Cuando comenzamos a conocer a Dios, recién se abren nuestros ciegos ojos.
Nos miramos a través de ese espejo que es su palabra y nos damos cuenta cuan humanos y débiles somos.
Entendemos que no podemos hacer nada sin él, que dependemos de su misericordia.
Nos rendimos a Cristo porque nos damos cuenta que somos polvo y el nos formó.
Nos rendimos a Cristo porque aceptamos nuestra fragilidad, nuestros temores y miedos.
Nos rendimos porque como dice su palabra aunque quisieramos no podríamos añadir un centímetro a nuestra estatura.
Nos rendimos ante el amor de Cristo, un amor perfecto, que lo entrego todo, incluso así mismo, sabiendo que muchas veces le volveríamos la espalda.
Nos rendimos ante su humillación, ante su obediencia absoluta, ante su sabiduría.
El fue el sacrificio de nuestra paz para con Dios, un sacrificio de renconciliación.
Nosotros no hicimos nada, aún el nos reconcilió consigo mismo.
Y por ello Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre, y lo exalto a lo sumo para que ante él, se doble toda rodilla y toda lengua confiesa que El es el Señor.