jueves, enero 10, 2008

La confesión de pecados


Proverbios 28:13
"El que encubre sus pecados no prosperará;Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia "


Desde que Adán y Eva pecaron existe la tendencia del hombre a encubrir nuestra propias faltas. Ellos cubrieron con hojas su desnudez y no asumieron la responsabilidad de sus actos, como consecuencia fueron expulsados del Edén.

Vemos también en las escrituras otros casos como el del Rey David que llegó al asesinato para poder encubrir su falta. Pero a diferencia de los anteriores en David hubo una actitud de arrepentimiento y aunque su pecado no dejó de tener consecuencias para su vida y su familia, pudo experimentar y alcanzar la misericordia de Dios que le perdono su vida.
La confesión de pecados se debe entender como requisito básico para aceptar a Jesús. No solo se trata de confesar sino que la confesión misma debe llevar implícita una actitud de arrepentimiento o Metanoia cuyo origen del griego significa un cambio de mente.
La autoridad para perdonar pecados es sólo de Cristo y su Espíritu Santo transforma la mente y el corazón y convence de pecado. Entonces no solo basta tan solo confesar sino que arrepentirse.
Los frutos dignos de arrepentimiento son una muestra de la renovación de nuestra mente.

Sin embargo, una vez que hemos recibido a Cristo, no estaremos exentos de pecar. Aunque no estamos obligados a pecar nuestra naturaleza tiende al mal. Pero una vez nos veremos enfrentados a nuestra naturaleza humana que no quiere enfrentar el pecado sino que lo tiende a cubrir. Nos cuesta ver y asumir nuestras propias faltas. Siempre es más fácil ver el pecado en el otro y no en nosotros.
A diario necesitamos arrepentirnos, aunque hayamos recibido a Cristo en nuestros corazones con mayor deberá estar presente la constante confesión a él de nuestras faltas.

Quizás hoy existe algo que nos ata y no nos deja avanzar, quizás hoy existe en nosotros algún pecado que no hemos confesado y que no queremos dejar. Sin embargo su Espíritu Santo está presente y nos convence de que es necesario arrepentirnos una vez más y renovar nuestra mente para poder alcanzar la estatura y la plenitud de Cristo.

A él sea la gloria

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