Mateo
9:2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
9:3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
9:4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
9:5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
9:6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
9:7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
Una vez difundida la fama de Jesucristo, era común ver que la gente le llevara enfermos para que él los pudiera sanar. En este pasaje Jesús se encontraba en Capernaum predicando y mucha gente se juntó a oírlo.
Mientras él hablaba 4 hombres de fe decidieron cargar a un paralítico y presentarlo a Jesús, pero a causa de la multitud no podían llegar a él, buscando la forma decidieron hacer una abertura en el techo de la casa y lo hicieron descender en su lecho frente al maestro.
La escritura nos relata que Jesús al ver la fe de los 4 hombres, le dijo al paralítico: Ten ánimo tus pecados te son perdonados. Quizás todos esperaban que inmediatamente Jesús lo sanara, sin embargo, lo primero que Jesús hace es preocuparse de su alma.
Con esta afirmación Jesús nos enseña acerca de las prioridades en un ministerio, él vino con un mensaje central de salvación, con un objetivo claro redimir nuestros pecados.
Los escribas que estaban sentados escuchándolo aún no creían que Jesús era el Cristo, porque dudaban en sus corazones si es que efectivamente él tenía la autoridad para perdonar.
El conociendo sus pensamientos y su falta de fe los confronta con una pregunta. ¿Qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
9:2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
9:3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
9:4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
9:5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
9:6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
9:7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
Una vez difundida la fama de Jesucristo, era común ver que la gente le llevara enfermos para que él los pudiera sanar. En este pasaje Jesús se encontraba en Capernaum predicando y mucha gente se juntó a oírlo.
Mientras él hablaba 4 hombres de fe decidieron cargar a un paralítico y presentarlo a Jesús, pero a causa de la multitud no podían llegar a él, buscando la forma decidieron hacer una abertura en el techo de la casa y lo hicieron descender en su lecho frente al maestro.
La escritura nos relata que Jesús al ver la fe de los 4 hombres, le dijo al paralítico: Ten ánimo tus pecados te son perdonados. Quizás todos esperaban que inmediatamente Jesús lo sanara, sin embargo, lo primero que Jesús hace es preocuparse de su alma.
Con esta afirmación Jesús nos enseña acerca de las prioridades en un ministerio, él vino con un mensaje central de salvación, con un objetivo claro redimir nuestros pecados.
Los escribas que estaban sentados escuchándolo aún no creían que Jesús era el Cristo, porque dudaban en sus corazones si es que efectivamente él tenía la autoridad para perdonar.
El conociendo sus pensamientos y su falta de fe los confronta con una pregunta. ¿Qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
Los escribas, se dedicaban exclusivamente a interpretar la ley mosaica y a enseñarla, ellos conocían intelecualmente mucho acerca de la ley de Dios, sin embargo eran incapaces de creer teniendo al Cristo frente a sus ojos.
Jesús entonces les declara que a él le ha sido otorgada la potestad de perdonar pecados y finalmente sana al paralítico quien sale caminando con su lecho en la espalda frente a los escribas.
Hoy nosotros somos los encargados de difundir el evangelio de Cristo, de traer estas nuevas de Salvación. Cuando Jesús resucito se apareció a sus discípulos y les dijo “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.”
Por tanto hoy como Jesús debemos priorizar y atacar la primera necesidad del hombre que es su Salvación.
A él sea la gloria.
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